26/1/10

No Dejes de Creer (1)

Solo una chica de pueblo...


Después de todo la gente no es tan diferente de lo mal que la pintan, o que ellos mismos se pintan. Eran casi las diez de la noche cuando ella pensaba en esto. Se dirigía a aquel camino donde transitaban todos los comerciantes y guerreros que osaban alejarse de la tierra que los viera nacer, buscando a alguien que la llevara lejos de ese lugar, después de todo no sería requerida mas en aquella comarca. Su padre la había corrido del castillo después de una gran pelea que acabaría con las pocas razones que le quedaban para seguir ahí, enclaustrada como la princesa que nunca se hubiera imaginado ser. Iría a la gran capital del reino, aquel lugar del que únicamente había escuchado hablar a los viajeros amigos de sus padres, o del que habría leído en algún antiguo libro de la biblioteca, pero que no habría imaginado conocer hasta dentro de aún bastante tiempo, cuando las pocas comodidades que le brindaba su pequeño castillo, su pequeño pueblo, no fueran suficientes y tuviera que dejar la pecera para adentrarse al mar.

El sol estaría en su punto mas alto cuando comenzara la campal dentro de esas cuatro paredes que hasta entonces conociera como hogar. Al momento de atravesar la puerta fué recibida con flechas cuya punta fué previamente sumergida en veneno, que acertaron a golpearla e incrustarse en su pecho. No tuvo mas remedio, estando ella herida y sangrando, que desembainar su espada, cual temerario templario enfrentándose a su mas grande miedo. Su arma era de lo mas vieja, empolvada, ya que nunca la había usado, pero este desuso mas que debilitarla le había brindado mas filo. Sería este el momento preciso para clavarla justo en el corazón de su padre. La batalla duró minutos, quizá horas. Pero parecieron días, centurias, como si fuese una antigua rivalidad entre reinos que nunca antes hubiese sido expresada hasta este momento, durante el cual se juntó todo el odio y el rencor posible que sientieran ambos pueblos solo para ser vertidos en el campo de batalla. Terminaría todocon una única solución, la jóven princesa sería desterrada.

Con el dolor que esto causó a varios de los subditos del rey de aquella aldea, tuvo que marcharse, y ahora andaba sola por el camino que llevaba a la gran capital del continente, donde esperaría encontrar algo que la llenara, que hiciera sentir algo mas en su vida, una razón para seguir luchando y matando dragón tras dragón solo para buscar el tesoro que se encontraba detrás de la soledad que existiera en su vida hasta entonces. Llevaba consigo las pocas cosas que creyó necesarias para el viaje, unas cuantas mudas de ropa, un armadura para estar preparada ante cualquier nueva experiencia que pudiera presentarse, y los buenos recuerdos que quedaron después de tremenda batalla. Se topó con una posada en el camino. Entró y preguntó si conservaba algún caballo con el cual pudiera llegar hasta el gran reino. El posadero le ofreció uno a cambio de cierta cantidad de monedas. Ella aceptó, gastando así todo el dinero que llevaba para el viaje, después de todo, nada mas tendría que perder... solo la vida, y esa no le valía demasiado.

Entre los árboles que llenaban el camino, solo se escucharían los galopes de un viejo caballo gris. Sería la jóven princesa en su viaje hacia un destino que no traía nada de prometedor, donde las estrellas no mostraban nada a su favor, es mas, parecía estar a punto de llover esa misma noche.

2 comentarios:

  1. Me gustó tu cuento, espero la siguiente entrega, todo me lo he imaginado paso a paso.




    Saludos.

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  2. Gracias gracias, aver que te parece la siguiente :p

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