15/11/10

La nopalera

-¿Pancho, qué pasó con la nopalera?- Juan estaba evidentemente consternado por el estado de aquella vista. -Pues que así como vino el alemán, se fué la nopalera, Juan-.

Santo Domingo había subsistido los últimos veinte años en base al descubrimiento de un doctor alemán que encontró en el jugo de raíz de nopal y las tunas originarias de esa región, unas sustancias, que el profesor llamaría opultina y que entre los jornaleros llamarían el jugo milagroso de las tunas de Santo Domingo. Inmediatamente se volvieron el boom en la alta burguesía europea, especialmente aquellas mujeres que buscaban la juventud transformandose en momias o alguna especie de zombie acartonado. La planta tomó súbitamente una importancia impensable, mas allá del uso de baño que los arrieros le daban después de sus jornadas, cuando debían caminar entre las espinas después de sus medio día a pleno sol.
Súbitamente Santo Domingo se vió lleno de comerciantes, ricos empresarios que compraron terrenos a los habitantes, a los cuales dejaron seguir viviendo ahí con la única condición de que trabajaran para ellos, Santo Domingo no debía de tener mas de cien habitantes en ese entonces.
Se empezó a poblar de güeros, que comstruyeron sus casas en el mero centro de la ciudad. A pesar de su desconcierto ninguno de los habitantes hizo nada contra ellos, es mas, como dije antes, hasta aceptaron trabajar para ellos. Y así vinieron los cambios en todos menos en las nopaleras, al menos al principio. Todos se pusieron orgullosos de haber cultivado una planta que hasta les parecía tan inútil y se pusieron a sembrar mas, abarcando el cultivo varios cientos de kilometros a la redonde de Santo Domingo. Eran todos tan felices, se volvió la capital comercial del comercio del país, un importante centro turístico, donde cada año llegaban enormes excursiones de chinos, gringos, rusos, a estudiar la planta, no solo desde el punto de vista biológico, sino económico. Santo Domingo era todo un ejemplo de progreso, es mas, era un ideal para las grandes potencias que ya habían terminado para ese entonces su vida útil. Que EUA ni que chingados, Santo Domingo y sus tunas. Y así prosperó el pueblo, alegres todo por el milagro. Hasta el día que nadie nunca imaginó que pasaría. Ni Don Rigoberto el sabio, el huesero del pueblo, tan presuntuoso con sus predicciones de catástrofes y caídas, pudo imaginarse lo que pasaría. En plena alienación con el dinero y las grandes fortunas, llegó un águila. Nada menos que un águila real, pensada ya como extinta en ese entonces, que llegó a pararse en un nopal. Cargaba en su hocico el cuerpo ya carente de vida, de una serpiente de cascabel. Ni se hubiera parado ahí porque desató el escandalo entre los habitantes. La antigua profecía se había cumplido nuevamente. Y había llegado con el desarrollo económico de un pueblo tan pinche en un principio, que todos tomaron tal señal como un gran augurio. Eso fué un 9 de abril, declarado ese mismo instante como día internacional del progreso, que mas podían pedir los ex campesinos que se volvieron grandes empresarios, porque claro, mas listos que él alemán reclamaron sus derechos ante las comisiones defensoras de minorías, ya que ancestralmente aquellas plantas eran parte de su tradición medicinal, tradición nacida el día que doña Jesusa se quejaba por la falta de consideración de los güeros hacia los indios, porque ella ya utilizaba desde antes el jugo como bálsamo y por eso se veía tan bien, o eso dijo al menos en su entrevista para Vogue.
Ya tanta presunsión, nacida desde la llegada del águila, debió de haber alertado a algún antiguo dios azteca, porque un día así como aquél en que llegó el alemán, el mismo día en que Don Rigoberto, el huesero, se postulaba para presidente de la nación, el mismísimo día que Doña Jesusa organizaba una marcha en contra de una revista que publicó unas fotos sin su aprobación en que la lonja se le botaba a mas no poder, el mismisisimo día que el águila fué disecada, despupes de morir por la ingesta de una serpiente (ya mutada, por haber ingerido una tuna ahora inyectada con proteínas para su mayor rendimienti), ese mismo día, Tlaloc debió haberse encabronado tanto que de repente el cielo se volvió negro. La mayoría de las personas, o mas bien quienes tenían, corrieron a sus casas. Jamas estuvo el Oxxo de avenida Xochitl tan lleno como aquella noche. De las nubes comensaron a caer sobre la tierra sendos truenos y relámpagos que ensordecieron al pueblo completo. Nadie se atrevió a salir, tuvieron que pasar la noche completa en el lugar que eligieron para esconderse. Pobre de Mauricio que se la pasó debajo de la cama del matrimonio Rodríguez, porque esa misma tarde Don José Rodriguez se le ocurrió llegar temprano, por lo negro dle cielo, a su casa, y acurrucarse con Doña Rosa Rodríguez, que solo podía compadecerse de su amante. Los truenos acabaron a eso de las siete de la mañana del día 27 de julio. Y al salir todos miraron la destrucción a su alrededor, la ciudad aún se reconocía, a excepción de algunos árboles y carros destruidos, pero la verdadera, y quizá la única gran sorpresa que se llevaron los pobladores después del descubrimiento del alemán, fué que la nopalera y el centro de investigación creado alrededor de ésta, estaban completamente destruidos. No quedaba nada, ni la mas mísera tuna o pedazito de espina sobre la tierra. Nadie dijo nada, regresaron a sus casas. Don Rigoberto perdió las elecciones, Doña Jesusa fupe acusada de difamación y fué recluida en el penal de Santa María del Río. Y así con todos los que se hicieron de su fortuna, la perdieron sin mas. El pueblo cayó por spi mismo, se fueron llendo poco a poco los habitantes, y sólo se quedaron algunos, mas por nostalgia que verdaderas ganas.
Juan, que se había ido a buscar trabajo a otros lares, regresó después de varios años al lugar que lo viera nacer. Le sorprendió, mas que el cambio efectuado en el pueblo, el hecho de que parecía mas jodido que antes lleno de tanta chingadera abandonanda. Pasando la esquina de avenida Xóchitl, calle que él conoció como camino de tierra, se encontró con Pancho, a quien al principio no reconoció por lo descompuesto de su semblante. Platicaron un rato de sus familias, ya que Pancho no quería hablar de nada mas. Al llegar a un descampado al final de la avenida, Juan se sobresaltó, ahí recordaba los cientos de nopales acomodaditos como laberinto donde se iban a cagar los arrieros después de sus jornadas.
-¿Pancho, qué pasó con la nopalera?- Juan estaba evidentemente consternado por el estado de aquella vista. -Pues que así como vino el alemán, se fué la nopalera, Juan-.

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